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AROMA QUE DA VIDA

  • Foto del escritor: PAQUIDERMO
    PAQUIDERMO
  • 30 jun 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 11 dic 2020

Lázaro Fernando Rodríguez

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Recién leí y releí un texto dramático que tiene por título Aroma, de Teresa Díaz del Guante, galardonado recientemente con el Premio Nacional de Dramaturgia Emilio Carballido 2019, y me encontré con algo sorprendente. Es un texto que habla de lo que pocos, muy pocos, se atreven a hablar: sobre la desaparición forzada de personas; seres que, hagan lo que hagan, no dejan de ser humanos. Interesante esta manera de abordar la historia, de contarnos algo que está a la vista de todos, en lo cotidiano, a través de una escritura inteligente, artística y profunda, cumpliendo una de las misiones más importantes del teatro: develar lo oculto, lo peligroso.


Al terminar de leer esta obra pude despejar una cuestión acerca de la función social del teatro: ¿realmente sirve para algo más que no sea divertir y frivolizar situaciones? Aroma transmite al lector, al espectador, un mensaje transformador de la conciencia humana, que cimbra al más de los incrédulos y lo hace reflexionar acerca de las circunstancias lacerantes que nos rodean.


El verdadero teatro no evade, enfrenta, cuestiona; no banaliza: profundiza. Es un factor de cambio en de una realidad que nos supera, que no podemos cambiar. Aquí es cuando cobra fuerza la frase de Bertolt Brecht: “el arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma”.


Aroma es un texto desbocado en imágenes, que no otorga concesiones, desgarrador, que hace la herida más grande y profunda; una herida que, al final, sana un poco a través de la poesía.


Los grandes dramaturgos tienen esa cualidad que hace que trasciendan, que sus historias sean imperecederas, pasando por los clásicos griegos, el Siglo de Oro español, por Federico García Lorca y hasta llegar a Óscar Liera, todos ellos antes que nada son poetas. Una temática como la que aborda del Guante, tan compleja y peligrosa, tiene ese rubor.


La historia que se cuenta, a pesar de la seriedad con la que se tiene que tejer, no está exenta de humor, un humor negro, que nada tiene que ver con lo cómico, con la carcajada fácil, pasajera: es un humor que te hace reflexionar, que corroe el alma y que, después de salir de la sala, de la representación, durante días te sigue calando, generando conversación, discusión. Esto es lo que se denomina “teatro después de la función”, porque no termina cuando cae el telón.


En una apreciación muy personal y asumiendo las consecuencias, me atrevo a afirmar que Aroma es uno de los textos más logrados que se hayan escrito en los últimos años en la región noroeste, de una manufactura que compacta lo mejor del teatro regional: el lenguaje, una historia por demás interesante, con diálogos bien logrados, personajes bien definidos y estructurados, poesía y humor, un texto con profundas raíces regionales, pero con un largo aliento universal.


La fe y la entereza de las protagonistas de la historia en la búsqueda de sus objetivos hacen que veamos personajes de carne y hueso, con sangre en las venas, de la estirpe de la mujer sinaloense: bravías, luchonas y valientes. Desafían al poder, a la autoridad, a la familia, a la delincuencia organizada coludida con las bajas y altas esferas del poder. A aquellos que no se tientan el corazón para asesinarte, desaparecerte.


Para ello se requiere un gran valor, sobre todo en un país donde la corrupción es el pan de cada día, en donde la justicia brilla por su ausencia y, en muchos casos, sólo está disponible para aquellos que pueden comprarla.


En ese contexto surgen estas mujeres, Antígonas contemporáneas, que también buscan a sus seres queridos para darles sepultura y que, en su angustia, incertidumbre y desesperación, se atreven a cuestionar la existencia de Dios, tema tabú en nuestra idiosincrasia, sobre lo cual del Guante construye un dialogo cuestionador y arriesgado.


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El talento de Díaz del Guante, su valentía, su sólida formación académica, su compromiso social y su interés por hablar de lo que preocupa a una gran cantidad de mexicanos, hacen que Aroma sea una voz unificadora entre millones de voces que no se atreven a manifestarse por miedo, o por rechazo de algún sector de la sociedad.


El creador abreva de lo que le afecta, de lo que sucede en su entorno, magnificándolo a través del hecho artístico, la dramaturgia de del Guante no escatima en ese aspecto: algo terrible, como la desaparición forzada adquiere una extraña belleza a través del lenguaje.


La calidad dramática de la escritora ha ido in crescendo, vertiginosamente, y muestra de ello es Aroma, una obra de altos vuelos y amplias alas, capaz de penetrar y revolver las entrañas de la madre tierra y hacer que los muertos vuelvan a tener voz desde el fondo de la tierra.



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Aroma es hacer que los muertos vuelvan a tener vida, reconstruir pedacito por pedacito un cuerpo, que es un hijo, que es DAC, y del centro de la tierra olorosa, encuentran y sacan. Luego una docena de tamales de cabeza son para la cena, no la última que Olga ofrece, en donde el invitado especial es Daniel Angulo Cisneros…DAC. De pronto una agradable aroma invade el lugar, una aroma que es el de su hijo, un aroma que da vida. Y las rastreadoras llegan como ángeles, están presentes en el acontecimiento.


Un tesoro, el más grande tesoro de una madre, acompañado de un disco de oro que emite una música triste: Te vas ángel mío, que se repite como rondó, y es entonces cuando los muertos conviven con los vivos y hace presencia lo real maravilloso, el surrealismo mexicano con una impresionante escena final pocas veces logradas en la dramaturgia nacional, que hace que esta obra sea una digna representante del teatro mexicano en cualquier latitud.


Primavera del  2020

Lázaro Fernando Rodríguez

 
 
 

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