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Las pasajeras ilusiones de Emma

  • Foto del escritor: PAQUIDERMO
    PAQUIDERMO
  • 30 abr 2022
  • 5 Min. de lectura

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“La actriz Perla Saucedo presenta el remontaje de Emma, su primer monólogo”


28 / 04 / 2022

JOSAR


Dicen que en el teatro hay tres montajes, el primero, el bueno, y con el que te vas a quedar.


En las butacas del escenario yacen pegadas fotografías de una niña con la que el público interactúa antes de sentarse. Mientras espera el inicio de la obra, en el escenario descansa un sillón de terciopelo amarillo sobre una alfombra rosada y dos cajas blancas llenas de peluches A la segunda llamada entra Emma vestida en pijama rosa para completar el cuadro, durmiendo en el sillón. Las luces se encienden. La obra ni siquiera ha comenzado pero ya dió su primera impresión. Los colores pastel dulcifican la mirada del espectador como el primer amor: el escenario parece sacado de un set de televisión.


Nos referimos a “Emma”, monólogo interpretado por Perla Saucedo y co-escrito y dirigido junto a Alejandro Careaga.


Llega la tercera llamada poco después de las 19:00 en Casa Haas y suena “Gasolina”. Emma perrea dormida al ritmo de la vigilia cuando una llamada la despierta. Es Miguel, su mejor amigo el peluche de oso, que interrumpe su sueño bonito y pasajero para hablar durante la lluvia que pone a Emma mal. Y así como Miguel despierta a Emma de su ilusión de “Gasolina”, Emma despierta a sus peluches de las cajas para presentarnos las tres ilusiones de su vida.


El primero es tierno, un dulce muñeco café. Con él, Emma da su primer beso. Gentil y buen hombre que no logra prosperar en el corazón de la protagonista. Así que pronto acaba en las manos del público, sostenido por una niña de la primera fila. Entre ilusiones de amores, Emma desahoga sus fracasos con Miguel. Así agarra fuerzas para volver a intentar construir una relación que la alimente literal y metafóricamente. Porque a Emma hay que conquistarla por el estómago.


La segunda ilusión es Max, un peluche con nombre de perro. Le queda bien, pues Max es el más perro. Un tipo fortachón, tres años mayor que ella, jugador de americano. Sólo hay un detalle: su idea de formalizar una relación es llegar a la tercera base. Esto incomoda a Emma, que ofrece el segundo peluche al público.


En la búsqueda del tercer amor, Emma tiene una cita en el cine con un pretendiente que le tiene una sorpresa. Ella busca responder a la sorpresa con otra sorpresa. Y tarda horas arreglándose. Se pone labial rojo y su mejor atuendo negro para llegar cual motomami a una película de superhéroes, donde la sorpesa del tipo es una máscara de Spiderman. Para colmo, Emma no deja de recibir llamadas en medio de la función. Un par de acotaciones humanas, representados por dos miembros de la compañía, están arriba del escenario cubiertos de negro de pies a cabeza. El primero sostiene un cartel blanco que dice “Shh (cállenla)” cuando suena el celular, el segundo empuja el asiento de Emma. El público atiende la acotación en vivo y abuchea o calla a Emma, que decide salir de la película.


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Está lloviendo. Y quizá sea la lluvia que llora la que hace entrar a Emma en razón: su verdadero amor no-pasajero ha estado ahí todo ese tiempo. Esperándola al otro lado de la línea. Así que marca. Y a pesar de la lluvia, Emma sale del escenario para encontrarse con él, dejando al tercer peluche de oso recibir el oscuro final, mientras duerme ilusionado en el sofá.


La obra propone sobre todo en su plástica. Además del cuidado en la escenografía mencionado anteriormente, la iluminación saca provecho de las pocas posibilidades que el foro tiene. El recurso de las acotaciones humanas parecen sacadas de una peli de Jodorowsky, y dan el sello distintivo a las funciones de la compañía Que No Llueva Porque Lloro. La música, utilizada como recurso de transición y baile, aligera el monólogo que de otra forma podría volverse pesado. Da gusto ver el germen de la experimentación en convenciones como las acotaciones bailando “Everybody”, de Backstreet Boys, o el uso de la máscara pop con tintes performáticos. La dinámica de los peluches genera una identificación directa con el público, que ansía un peluche para sí, pues, ¿Cuántos no han tenido relaciones como las que Emma relata? Desde la primera vez que se presentó esta obra el año pasado en la Muestra Local, ha crecido muchísimo. Se depuró la escenografía y reescribió el texto, que ahora es más contundente. Se percibe una evolución en el oficio del teatro de la agrupación a un año de graduarse, que el público agradece.


¿Qué podría reprocharle a Emma? Que los ojos de la actriz luzcan cerrados la mayor parte de la obra por la intensidad de la luz, pues reduce la interpretación gestual que se podría expresar. Que la convención del teatro-objeto se quede en simple ilustración, sin explorar las posibilidades plásticas que el objeto permite. Que el volumen de la actriz sea bajo, en momentos, e inconstante, en otros, con letargos en las partes narrativas en ese tonito cansado de narraturgia que ya está impregnando las obras del puerto. Que el volumen de la bocina parece pelear con, más que acompañar a los presentes desde la primera llamada. Que algunos cues técnicos no entren a tiempo. Y, si es muy exigente, percibirá un divorcio entre la actuación, dirección y el texto, que caminan hacia lugares contrarios. El texto suena a melodrama, la actuación se viste de realismo, y la dirección juega al pos-drama con toques de teatro inmersivo. Esto genera atmósferas muy interesantes de rompimiento con la forma, pero no logra hilvanar un discurso escénico sostenido: Emma parece un libro de anécdotas que quiere ser novela, traducido en verso libre.


Dicen que en el teatro hay tres montajes: el primero, el bueno, y con el que te vas a quedar. La semilla de la creatividad está ahí, falta que aflore. Quizá regarla con inspiración externa, como en los trabajos de Miranda July, Sarah Ruhl, o el imaginario de Barbara Perrín pueda enriquecer esos retoños; o echarse un chapuzón a las posibilidades abundantes del teatro de materiales, el teatro de papel o de títeres. Quizá así la obra pase de ser una ilusión bonita y pasajera, pero pasajera al fin, a convertirse en sueño que se imprima en la memoria.


En todo caso, repose segurx. El monólogo de Emma llegará a encontrar su versión definitiva muy pronto, conforme este adquiera la madurez y retroalimentación que sólo la práctica escénica constante posibilita. Mientras tanto, esta compañía emergente luce por su falta de miedo al experimentar con el lenguaje teatral. Podrá usted ver a Emma de nuevo el 13 de mayo a las 19:30 en Casa Haas. No pierda la oportunidad de juzgar con sus propios ojos la propuesta de estos jóvenes creadores. Mientras tanto, quedan todavía dos días de la Muestra Local.


Fotografías:


 
 
 

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