Un lugar para los momentos tristes.
- PAQUIDERMO
- 3 may 2022
- 5 Min. de lectura
El Colectivo Patasalada cierra la Muestra Local de Teatro en Mazatlán
30 de abril 2022
José Arturo Torres
En el escenario hay tarimas de madera. Sobre las tarimas, tres stands de micrófonos. De cada stand cuelga un foco inteligente. Unas pequeñas escaleras de madera en el centro de las tarimas tienen instalado un cuarto foco inteligente. El techo es de ventana y se filtran los rayos del sol. Son las 19:00 y Casa Haas todavía no oscurece. Así que el director y dramaturgo de “Un lugar para los momentos tristes”, Manolo Díaz, sube al escenario. A manera de un stand-up de entremés, comparte sus peripecias como encargado de iluminación. La actriz principal, además de talentosa, tiene su carácter: ha pedido que no se realice la obra hasta que el foro esté a oscuras. Pero el sol no obedece a los teatristas y sólo queda esperar. Por lo tanto, Manolo conecta chistes en referencia a las obras de la muestra local, cuenta el tras bambalinas del unipersonal que el público va a presenciar, además de explicar por qué el texto fue escrito específicamente para Dulce. Habla sobre música, escritura y soledad, hasta que el sol por fin baja y Casa Haas oscurece. El comediógrafo Díaz sale de escena y se da la primera llamada.

La obra comienza como a eso de las 19:30 ante un público paciente que ve entrar a Abraham Medina y Dulce Guzmán a escena. Los siguientes sesenta minutos fueron una mezcla de estímulos difícil de procesar: hubo guitarra musicalizando en vivo, focos de luz cambiando de color e intensidad a lo James Turrel, y el cuerpo de la actriz dialogando con el sonido de foleys fuera de escena. En esta mezcla interdisciplinaria de signos, se da vida a la historia de “Iris”, una joven actriz que busca definir su identidad.
La obra, producida por el Colectivo Los Patasalada, se suma al imaginario de un Mazatlán reinventado por el dramaturgo, que combina violencia, humor y tristeza en la amargura de crecer queriendo cumplir un sueño que parece inalcanzable. El dispositivo escénico parece un laboratorio de creación: se siente que estamos más ante un ensayo de la obra, que el resultado final. El músico está arriba del escenario con dos operadores de luz al lado, en el pasillo, a la vista del espectador. Estas tres personas dialogan de forma directa con lo que la actriz hace o no hace. Tienen su pequeño acordeón: el texto dramático de “Un lugar para los momentos tristes”, pero dada la presencia de estos cues técnicos, pareciera que tanto la luz como el sonido forman parte de la interpretación. No hay, que yo recuerde, sonido grabado. Tampoco iluminación. Los errores técnicos se entienden como parte de la propuesta. Una suerte de humanización de la tecnología.
Los textos de Manolo Díaz tienden a tener muchísimos personajes interpretados por pocos actores. Esto demanda versatilidad por el lado de los intérpretes, y atención por el lado del espectador. La iluminación sirve de apoyo visual en ese sentido. Los focos inteligentes cambian de color según el personaje que esté hablando. Asimismo, su intensidad sube o baja, según el lenguaje codificado por el colectivo. La actriz se dirige al foco y entendemos que habla al personaje en cuestión, o se aleja, y entendemos que la voz del personaje-foco se dirige a la actriz. Los focos también sirven para generar imágenes, atmósferas o efectos. Como el de la sangre cuando “la hombre” golpea a un niño bulleador, o la impresión de ser detenido, cuando una lámpara alumbra en completa oscuridad a la actriz en escena. El experimento lumínico por sí solo es bastante interesante. La luz adquiere, como objeto, un lugar central en la puesta que tiene muchísimas áreas de exploración en el futuro, considerando que esta función fue el estreno.
La acústica, por otro lado, amplifica el discurso escénico. Un puñetazo dado por el personaje, se convierte en ruido en las inmediaciones del foro. Las transiciones narradas llevan su acompañamiento musical. Y el hecho de que todo el ruido sea accionado en el momento complementa esta sensación de laboratorio que mencionamos anteriormente. Una suerte de improvisación acústica que acompaña a la actriz cual campanita a Peter Pan. El sonido amplifica, pero no resignifica. Este estímulo ya se había empleado en obras previas del director de esta manera. Con un discurso sonoro fuera de la escena que amplía lo que sucede, sin aportar una nueva mirada u oído a lo que el espectador puede imaginar. En cuanto a la percepción auditiva del espectador, resulta curioso que todo el estímulo sonoro provenga de la izquierda del escenario. Esto hace inevitable voltear hacia el ruido en ocasiones, por instinto, más que deseo.
La actriz Dulce Guzmán sorprendió por su interpretación como Narractriz de la obra. Si ya se había posicionado como una de las actrices más prometedoras de su generación, este unipersonal termina por demostrar su capacidad para interpretar diversos personajes distinguibles entre sí, más la voz del narrador. Su gama incluye el de una niña valerosa que le dicen “La hombre”, una abuela protectora, el típico tío buena onda que la quiere ver triunfar pero no asiste a sus obras de teatro, los niños bulleadores de la escuela, un director de teatro argentino que se cree renacentista y entre otros diez personajes, o más. Su diferenciación se basó en la impostación de la voz, rasgos corporales y gestos-máscara.
Del texto, por otra parte, no puedo decir mucho. Sobresaturado como estaba de estímulos entre los gestos, el cuerpo, las voces, la luz y el sonido, no tuve oportunidad de atender la línea dramática del personaje y la obra. Sólo alcancé a vislumbrar escenas aisladas, momentos conmovedores y chistes bien ejecutados, que lucían la poética y voz marcada del autor. Alcancé a percibir que en los momentos cómicos reían más los teatreros- digo teatristas-, que el público en general. Percibí también una cadencia vertiginosa de la palabra en escena. Una suerte de prisa por contarlo todo rápido para alcanzar a decir cada palabra. Sentí el texto como una novela contemporánea juvenil ejecutada a manera de narración oral para adultos, y me abrumé. Pero la culpa es mía. No puedo procesar tanto tan rápido.
En conclusión, se ve el interés por cuajar las herramientas escénicas aprendidas a lo largo del camino andado por el Colectivo “Los Patasalada”. Se percibe la experimentación lumínica como resignificadora de lenguaje; la utilización del sonido como amplificador del mismo; la versatilidad indudable de la interpretación, y un cierto confort en la dramaturgia, parecido al que le criticaron a LEGOM en su momento, cuando le decían que todas sus obras se parecían. Los estímulos sorprenden, pero no terminan de crear un discurso compaginado, y se alcanzan a percibir momentos en que la actriz recuerda, más que interpreta, el texto en escena.
Así concluyó la Muestra Local de Teatro 2022. Con un total de 6 puestas en escena, centenas de asistentes y sobre todo, jóvenes creadores mostrando sus inquietudes después de un par de años donde las artes escénicas sobrevivieron a pesar del fuerte golpe que la pandemia implicó para su trabajo.
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