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CAÍN

  • Foto del escritor: PAQUIDERMO
    PAQUIDERMO
  • 11 dic 2020
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 10 abr 2022

Teresa Díaz del Guante


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En días pasados fui a la función de CAÍN de Javier Márquez con Teatro Intermitente. La puesta es una codirección de Zeira Montes, quien también está en escena y Jorge Beltrán, quien también se encargó del diseño sonoro de la puesta.


Debo decir que ver este montaje me hizo tener opiniones diversas pero no encontradas, es decir, por una parte apreciaba el montaje en su totalidad y por la otra me preguntaba sobre el espacio que van tomando las diferentes teatralidades, y cómo diferenciar la teatralidad de la ocurrencia efectista de la que a veces se ha llenado la escena local.


Hablar de un montaje, desde mi punto de vista, tiene ser desde el contexto del grupo, y desde ahí coloco mis palabras que no tienen mayor intensión que ser propositivas y alentar la diversidad teatral en la localidad. A menudo leemos o escuchamos a creadores decir que hay cosas que no cambian, que no pueden modificarse, y si ciertamente es así, la verdad, la magia, "lo vivo", el asunto es que justo eso, "lo vivo" no cambia pero si se mueve,de modo que los procesos de creación, también.


Los montajes han de hablarse desde su contexto, y el contexto de Caín es que surge de una genuina necesidad de hacer teatro y no de engordar los festivales o sacar una idea rápida para ofertar a la institución, de ahí que tienen un montaje con un esfuerzo redoblado.


Tengo casi la certeza de que para muchos esto será un ejercicio de "búsqueda", como si la linealidad poseyera la verdad, como si la progresión dependiera únicamente de la palabra y de una serie de “situaciones” que se van incrementando… hemos hablado mucho sobre el Teatro como hecho vivo, pero es que a veces se nos va el pulso.


Y no olvidemos la verdad, el sentido de verdad. Últimamente me he preguntado por ella, ¿qué es la verdad escénica? Si se define la ficción como aquello que no es mentira ni verdad, no creo que la verdad escénica tenga que ver únicamente con lo que el actor tenga para sí, sola, como si fuera un talento que se poseyera y no algo que se articula y se construye. Es también, creo, aquella comunión que se entabla directo con quien se habla o/y a quien le hablamos. Me refiero a que la “verdad” es “cierta” no solo por el ejercicio del actor, sino también por quien la recibe, el público. Y aunque esto es una meditación personal no propiamente lo que me hizo pensar el montaje, creo que la gran virtud de la puesta es que es más que un intento por querer entablar directo, hay un ocupación sobre cómo ha de abordarse para jóvenes, cómo disponer el cuerpo, cómo hacerle desde el rigor – lo que es notable- para que esto realmente impacte.


Tan valido el Teatro que camina por la recta, como aquel que desea deconstruirse, y muchos dirán que no hay ningún hilo negro que descubrir, no lo hay, lo que hay soy creadores viviendo su propio procesos de descubrimiento y en ese sentido no hay cabida para demeritar lo que algunos van descubriendo.


De entrada el texto es un ejercicio libre sin personajes, la anécdota es simple – Caín mató a su hermano- no hay absolutamente nada que descubrir, y aunque esto pareciera contradictorio a la génesis del teatro, que es contar historias, en realidad la esencia del Teatro está en la forma de cómo decidimos contar esa historia, el Teatro como decisión creativa y no como tradición o fórmula. Creo que el centro de todo Teatro es cómo involucramos al otro – el otro que está en escena y el otro que nos mira-. Habrá quienes involucren al otro desde la emoción, la sorpresa, de menos a más, no hay regla.


De modo que al ver CAÍN vas a encontrar una serie de cuadros que habrán de poner en la mesa el “juego de Caín”. Aquí la anécdota es el discurso – Todos somos Caín-. Lo que hicieron fue ubicar en cada cuadro un abordaje distinto, siento que esto es una bondad para el montaje, porque al no ir sobre una progresión “tradicional” hace que estemos en una constante expectativa y esto para muchos podría ser “efecto” sin embargo creo que esto hace que la audiencia joven esté al tanto y “evite sacar su celular”, trabajar para públicos específicos no es un asunto temático, sino de lenguaje.


Una de las cosas más cuidadas de esta pieza es el ritmo, este nunca cae porque la sonoridad del montaje está articulada sobre las partituras de movimiento y viceversa. Y esto le da una plástica al montaje.


Algunas escenas están dislocadas, creo que son las más acertadas, aquellas en las que se ve a los actores “jugar a ser”, y por la reacción del público, supongo que es un acierto. Me refiero a dislocadas porque lo creadores decidieron abordar desde “otro lugar” una escena, lo cual puede ser peligroso porque puede llegar a ser solo sorpresivo, pero no es el caso de este montaje pues como ya lo mencioné, en este tipo de escenas la parte actoral es bastante acertada porque vemos a los actores jugar a ser, y hablando de verdad escénica, creo que por aquí es.


Al inicio del montaje me preocupó que fuera un “gimnasio”, una serie de movimientos pegados a un texto que por si solo es tremendo en muchos aspectos. Me preocupaba que fuera el montaje que todo joven desea para decir y hacer cuanto riesgo se nos ocurre, pero no es el caso, y me di cuenta de que no era una serie de ocurrencias o rompimientos abruptos cuando cayó la primera frase de Jesús Enrique, ¿Por qué el padre prefirió la ofrenda de Abel? … hay cierta puntualidad en las “rupturas” y esto no es solo resultado del riesgo por si solo, sino de una pensada pero sobre todo intuida dirección. Ahora bien, algunos cuadros carecen de esta naturalidad, estoy segura que irán cayendo con el tiempo, eso es normal en todo proceso. Y digo, el grupo lo sabe, esta es la segunda estación de CAÍN, pues en Expresso Teatro nos mostraron un acercamiento a esta puesta (versión de 15 min), el cual comparado con el ahora montaje nos demuestra que se han cuestionado y salido de su centro.


En un taller de dramaturgia escuché decir que lo difícil no es escribir, sino borrar, ahora el grupo tendrá que decidir que ha de borrar, en qué partes alejar la violencia del cuerpo cuando esta ya está sobre entendida en la palabra, cuándo colocar la pausa para que el otro, que somos el resto, entendamos algo que nos es nuevo, el publico recién descubre lo que los creadores han trabajado por meses, y en trabajos así, es necesaria la pausa, la mesura, sobre todo cuanto se articula en diferentes niveles de lenguaje.


Tengo que decir que la triada Andrés, Jesús y Zeira, en cada montaje, encuentran cómo comunicarse mejor, cómo entenderse, tanto, que logran subir a este barco a Jorge Escobedo, que ya lo hemos visto en trabajos que se inclinan hacia un teatro físico. En mi particular señalo la madurez que Andrés y Jesús han ganado, en este montaje no solo los vi dispuestos, los sentí expuestos y eso me llenó.


Ojo, no hay una anécdota, no hay una historia que nos cuentan de forma tradicional, pero si hay un discurso, el cual lo saben los actores pero siento que aún hay una nebulosa que irán despejando cuando se den cuenta de que tienen ya toda la maquina, y solo hay que pisar el acelerador.


La puesta es una interpelación hacia la maldad y sus vicios, entendiendo la “maldad” como un asunto de contexto y no de personalidad. La puesta es un ejercicio escénico que si bien los creadores irán encontrando el peso de sus propias decisiones con el tiempo, aun así, va más allá de la ocurrencia, o de la búsqueda.


De celebrar la factura del montaje, poco se habla de la parte económica en los grupos independientes, el esfuerzo es visto desde el romanticismo, pero es increíble ver montajes que nacen en festivales institucionales y tienen la mitad de la producción y cuidado que tiene esta puesta.


Les invito a ver CAÍN, y toparse con una puesta que transita en el cómo estar en escena, donde el teatro es un espacio que se busca habitar y no solo ser contado. Si bien el grupo ira ajustando, esto es la advertencia de que si se puede transitar en diferentes teatralidades, si se puede andar de extremo a extremo, porque cuando el compromiso está, esa llamada “verdad” ha de pulsar. Y por otra parte, por más que se intente la abstracción, e irse del "centro" siempre habrá una hebra que seguir y eso se llama rigor.


Creo que tienen una maquinaria bien construida a la que solo les hace falta pisar el acelerador y confiar a ojos ciegos que lo que tienen en las manos es producto de su propio trabajo y búsqueda. Digamos que si esto fuera un barco, las piezas están acomodadas y solo falta confiar en el puerto que han de llegar, y si la nave va lenta, bueno, decidir que hay que tirar. El ajuste de tuerca va a llegar, porque el trabajo así es.

 
 
 

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