ANTÍGONA, otra vez tengo ganas de pegarle a alguien.
- PAQUIDERMO
- 9 oct 2018
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Teresa Díaz del Guante.
Hoy fui al Teatro a la segunda función del SEGUNDO ENCUENTRO DE ESPACIOS INDEPENDIENTES Y DE AUTO GESTIÓN de Arte Escénico Todo Terreno.

Vi, “ANTÍGONA, otra vez quiero pegarle a alguien” de Evelyn Biecher, con “Pitouch Company… Empiezo por la parte que me causo incomodidad, alguien al salir de función dijo “¿Esto es ANTÍGONA?” seguramente más de alguien se habrá cuestionado si esto es o no TEATRO… pero bueno, no me dio congoja el hecho de aceptar o no el montaje, sino que haya pasado una hora con la incomodidad y la negación a lo que estaba “pasando” y es correcto así decirlo… hablamos mucho del Teatro, como fenómeno vivo, pero queremos que viva en una forma establecida y es aquí donde empiezo a hablar del montaje, llegué cuando ya estaban todos arriba, hay algo apreciable, las personas que estábamos como espectador, éramos una masa dócil, nos movíamos a capricho de quienes estaban accionado… llego, hay tres cuerpos que se permiten nacer en un espacio reducido, para mi era eso, nacer, luego uno de ellos, toma la palabra, el segundo de los hermanos, la familia, la carga de la familia, los roles, la culpa y es aquí donde me gustaría explicarle al señor molesto, que lo que condenó a Antígona no fue la decisión caprichosa de Creonte, sino su voluntad de ser leal a si misma, a lo genuino, ella no era un “familiar hipócrita”, si mi memoria no me falla, dijo algo así como “No nací para compartir el odio sino el amor”… y en ese sentido es que creo que Antígona, es sinónimo de amor, libertad y pareciera que “su paso” por el mundo, ha sido en vano, pues en realidad la vigencia del mito sigue siendo la pauta para las desgracias sociales… la condición humana es y seguirá siendo su propio kamikaze.
Antígona, quería enterrar a su hermano, por humanidad, por hermandad, y eso la condenó, siento que la propuesta transita en cuestionarnos si realmente hemos cambiado mucho. Los estándares sociales, religiosos, generacionales, que no hay servido más que para generar guerras de todo, todo tipo, desde lo individual en el “tener que ser” hasta en lo general como los feminicidios, los desaparecidos, etc. que vienen de un odio infundado como lo marcan al principio de la obra, el conflicto que puede causar que dos personas piensen distinto.
La puesta "gusta", no hay un uso exacerbado de recursos, que de pronto se va perdiendo la codificación, no fue el caso, incluso con todo el “caos” que provocan, hay cierto control y todos estábamos ahí para darles el espacio que necesitaran, eso me gustó mucho, de pronto hay obras donde suben a la gente y la gente está tensa, no fue el caso. El discurso que toman de Antígona es creo, la manera en la que ella estuvo por encima de la “condena social” o los dictámenes y defendió a su hermano, sin importar si cometió falta o no, vaya, apelar a la humanidad.
Los cuadros son muy claros, tiene un objetivo muy definido y a pesar de ser una obra fragmentada, si hay una progresión un tanto emocional, que después del caos que se genera, de la indignación que provoca el exceso de todo, viene un cierre, o pre-cierre, donde nos leen un poema, y la directora, nos cuenta que todo esto partió de la muerte de su abuela, una mujer ciega y que Antígona, pues muere en “ceguera”, en una cueva… y estas partes honestas donde el creador asume la conexión de lo que hace con su mundo, las agradezco, porque hipócrita aquel que niega que no hay un gramo de si mismo en cada cosa que hace, claro que sí, hacemos Teatro porque tenemos algo que decir, porque algo nos molesta, porque encontramos afuera el demonio que nos carcome por dentro.
Interesante , honesto, sencillo en el mejor sentido de la palabra, no sentí la pretensión de vean es algo pos-moderno, no, era muy corta la distancia entre ellos y nosotros. Y era muy claro el discurso acerca de las ideas preconcebidas, forzadas, heredadas, que nos hace ser o ver distinto al otro… Tres figuras que nacen de lo “puro” de lo blanco, que después se van pulverizando hasta convertirse, a voluntad, en herida propia, pues nadie ha venido a dañarnos como humanidad.

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